Tras siglos de nobles guerreros, esforzados indianos, hombres y mujeres sabios en las cosas de la vida y la subsistencia en un medio agreste y rudo, Cabuérniga también ofreció al mundo ilustres personajes en los campos de las Ciencias y las Letras españolas.

Varios nombres destacan por encima de todos: el científico Augusto González Linares, el pensador Elpidio de Mier, y los escritores Delfín Fernández González, Manuel Llano Merino y Gervasio González de Linares.

AUGUSTO GONZÁLEZ DE LINARES
(Valle 1845 – Santander 1904)

Destacado científico naturalista y miembro de la Real Sociedad de Historia Natural de España, fue también uno de los impulsores de la Institución Libre de Enseñanza.
González de Linares también destacó en otros campos tan diversos como la Botánica, la Paleontología o la Prehistoria, siendo uno de los pocos que defendió la autenticidad y antigüedad de las pinturas descubiertas en Altamira por Marcelino Sanz de Sautuola y su hija María, y uno de los primeros que las visitó en 1880.

ELPIDIO DE MIER
(Sopeña 1865 – Puerto Rico 1939)

Escritor. Fue capuchino y enseñó Teología en León hasta 1894, año en el que fue enviado como misionero a América. En 1899 abandonó la orden lo que le causa un fuerte enfrentamiento con el arzobispo de Madrid-Alcalá, el también cántabro, Cos y Macho que le excomulga.
Elpidio abandona el catolicismo y se convierte en el primer protestante evangélico en Puerto Rico.
Siempre mantuvo una postura crítica ante la sociedad pudiendo definirse como librepensador y republicano. A lo largo de su vida, escribió unas treinta obras, desde la poesía hasta el ensayo.

DELFÍN FERNÁNDEZ Y GONZÁLEZ
(Sopeña 1871 – Sopeña 1955)

Escritor. Es considerado como el maestro de Manuel Llano.
Su obra puede situarse en la línea del costumbrismo que había inaugurado en la región José María de Pereda, como se aprecia con nitidez en su primera obra, “Cabuérniga. Sones de mi valle”, de 1895, donde describe el paisaje y las costumbres tradicionales cabuérnigas, con austeridad y poesía, pero siempre con un sentimiento de añoranza de un mundo que se va perdiendo pero que él desea preservar.

GERVASIO GÓNZÁLEZ DE LINARES
(Valle 1834 – Santander 1893)

Gervasio, hermano del naturalista Augusto, a diferencia de este, escribió exclusivamente sobre temas ganaderos y de organización administrativa municipal, relacionando siempre a esta con una base económica ganadera que él consideraba fundamental. El entorno de Cabuérniga, el lugar que mejor conocía y del que llegó a ser alcalde entre agosto de 1873 y abril de 1877, fue siempre el ámbito espacial de sus estudios y de sus proposiciones de actuación.
Fue precisamente su hermano Augusto quien le animó a escribir un trabajo sobre la historia municipal, basado en su experiencia como alcalde de Cabuérniga: “La Agricultura y la Administración Municipal”, publicada en 1882.

JOSÉ MARÍA JUSTO DE COS Y MACHO
(Terán 1838 – Valladolid 1919)

José María de Cos y Macho se ordenó sacerdote a los 24 años y tres después ya era canóniga de la Catedral de Oviedo.
Fue obispo de Mondoñedo, arzobispo de Santiago de Cuba y Valladolid. Cardenal y senador vitalicio del Reino de España. También era académico de la Historia y de las Bellas Artes y poseía la Gran Cruz del Mérito Militar. Murió a los 81 años en Valladolid en cuya catedral se encuentran enterrados sus restos.

MANUEL LLANO MERINO
( Sopeña 1898 – Santander 1938)

Manuel Llano es uno de los grandes escritores cántabros, pero su obra es aún hoy una gran desconocida.

Hijo de un matrimonio de campesinos. Su infancia pasa entre la asistencia a las escuelas de Sopeña y la de los Hermanos de Terán, y las soledades de su oficio de sarruján o ayudante de pastor con que completaba la escasa economía familiar, con un padre que se va quedando ciego y al que a menudo acompaña como lazarillo. Será precisamente la enfermedad del padre la que obligue a la familia a trasladarse a Santander, lo que supone para él un desarraigo dramático que se reflejará en toda su obra.

En 1917 empieza a colaborar con diversas publicaciones comarcales como El Progreso de Cabezón de la Sal, El Pueblo Cántabro, La Región, momento este último, cuando en 1927 gana el concurso del Ateneo de Santander con el título “Mitos y leyendas populares recogidas de la tradición oral”.

Sus frecuentes visitas a las bibliotecas del Ateneo y la Menéndez Pelayo va completando su formación autodidacta. Gracias a ello, inicia su amistad con Miguel Artigas, director de la Biblioteca Menéndez Pelayo, y con José María de Cossío.
En 1929 se publica su primera novela de muchas que vendrían después y que demuestran el dominio del dialecto montañés y su afición por los temas folklóricos.

Sus frecuentes visitas a las bibliotecas del Ateneo y la Menéndez Pelayo va completando su formación autodidacta. Gracias a ello, inicia su amistad con Miguel Artigas, director de la Biblioteca Menéndez Pelayo, y con José María de Cossío.
En 1929 se publica su primera novela de muchas que vendrían después y que demuestran el dominio del dialecto montañés y su afición por los temas folklóricos.

Sus obras más conocidas son:

  • 1929: El Sol de los Muertos (novela publicada en La Región)
  • 1931: Las Anjanas
  • 1931: Brañaflor (colección de cuentos)
  • 1932: Campesinos en la Ciudad
  • 1934: La Braña
  • 1934: Rabel
  • 1935: Retablo Infantil
  • 1935: Parábolas
  • 1937: Monteazor
  • 1938: Dolor de Tierra Verde (edición póstuma)
  • 1938: Cuentos de Enero o Malva (edición póstuma)